Alergias en la piel

Identificar el desencadenante es clave para evitar nuevos episodios y controlar los síntomas de forma adecuada

Las alergias en la piel son reacciones del sistema inmunológico ante diversas sustancias o estímulos, que pueden ser alimentos, cosméticos, picaduras de insectos o incluso medicamentos

Estas reacciones pueden  manifestarse como dermatitis de contacto, urticaria, angioedema o dermatitis atópica. Identificar el desencadenante es clave para evitar nuevos episodios y controlar los síntomas de forma adecuada.

Urticaria y angioedema

La urticaria es una afección de la piel caracterizada por la aparición de ronchas rojas, elevadas y con picazón.

 

Puede ser aguda (durar menos de seis semanas ) o crónica (persistir más tiempo)

 

Las causas de la urticaria pueden ser numerosas, como el sol, ejercicio, infecciones víricas, estrés, temperaturas extremas, medicamentos, látex, saliva de animales y veneno de insectos.

 

 

En algunas ocasiones, puede apuntar a acciones más graves y poco frecuentes como la mastocitosis, un trastorno que se caracteriza por el aumento de mastocitos en algunos órganos.

 

La urticaria aguda relacionada con la alergia puede ser difícil de identificar, dado que el 80 % de las personas alérgicas pueden estar sensibilizadas a más de un alérgeno.

 

Si es posible identificar la causa de la urticaria, el mejor tratamiento es evitar el desencadenante y eliminarlo.

Dermatitis de contacto

Los síntomas de una dermatitis de contacto alérgica suelen aparecer después de que la piel entra en contacto con una sustancia a la que has desarrollado una alergia. La reacción no es inmediata; suele tomar entre 12 y 48 horas para que los síntomas sean evidentes después del contacto con el alérgeno, por ello muchas veces cuesta relacionar con la causa.

 

Los síntomas más habituales son el enrojecimiento, la picazón, la hinchazón y erupciones o ampollas con posterior sequedad o agrietamiento de la piel.

 

 

Causas más habituales de la dermatitis de contacto alérgica:

 

1. Níquel: Es uno de los alérgenos más comunes y se encuentra en joyas, relojes, hebillas de cinturón, botones y otros productos metálicos.
2. Cosméticos y productos para el cuidado de la piel: Productos como cremas, perfumes, lociones, y cosméticos (como el esmalte de uñas o las bases) contienen ingredientes que pueden causar reacciones alérgicas, como fragancias y conservantes.
3. Guantes de látex: El látex, que se encuentra en muchos guantes, ropa y otros productos médicos, puede causar reacciones alérgicas en algunas personas.
4. Productos de limpieza: Detergentes, limpiadores domésticos y productos industriales pueden contener sustancias que irritan o sensibilizan la piel.
5. Tintes y productos textiles: Algunos tintes o tejidos pueden provocar dermatitis de contacto alérgica, especialmente en personas con piel sensible.
6. Medicamentos tópicos: Algunos medicamentos aplicados sobre la piel, como cremas antibióticas o anestésicas, pueden desencadenar una reacción alérgica.

 

Cómo se hacen las pruebas para diagnosticar dermatitis de contacto alérgica:

El diagnóstico de la dermatitis de contacto alérgica suele realizarse mediante un proceso de pruebas alérgicas, como la prueba de parche o pruebas epicutáneas.

 

La Prueba de parche: Consiste en aplicar pequeñas cantidades de posibles alérgenos en parches sobre la piel (generalmente en la espalda). Los parches se dejan en su lugar durante 48 horas, y luego se retiran para observar las reacciones. Si hay una reacción en el área donde se aplicó el alérgeno, se puede determinar que esa sustancia es responsable de la dermatitis de contacto alérgica.

 

Es importante identificar la causa para retirarla de su entorno y evitar un futuro brote.

Dermatitis atópica

El papel del alergólogo en la dermatitis atópica: más allá del cuidado de la piel

La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria de la piel que va más allá de la sequedad y el picor. Muchas veces, está relacionada con alergias y otros problemas de salud que pueden afectar la calidad de vida de quien la padece. En este sentido, el alergólogo juega un papel clave no solo en el tratamiento del eccema, sino también en la identificación de los factores que lo desencadenan y en la prevención de posibles complicaciones.

 

Identificando los desencadenantes

Uno de los primeros pasos en el tratamiento es identificar qué factores pueden estar agravando la dermatitis atópica. El alergólogo puede realizar pruebas para detectar si ciertos alimentos, ácaros, pólenes o incluso productos de higiene personal están afectando la piel del paciente. Evitar estos desencadenantes puede reducir la frecuencia e intensidad de los brotes.

 

 

Tratamiento personalizado

Cada paciente es diferente, por lo que el tratamiento debe adaptarse a sus necesidades. Además de recomendar productos adecuados para el cuidado de la piel, el alergólogo puede indicar medicamentos como antihistamínicos o cremas antiinflamatorias cuando sea necesario. En casos más severos, existen tratamientos avanzados que pueden ayudar a mejorar la calidad de vida de los pacientes.

 

Prevención y abordaje integral

La dermatitis atópica no suele aparecer sola, y en muchos casos forma parte de un cuadro más amplio en el que pueden estar presentes otras afecciones alérgicas. Habitualmente comienza en el primer año de vida y puede durar hasta la edad adulta. Sus primeros síntomas se manifiestan en la piel para posteriormente cambiar el órgano diana y manifestarse en forma de rinitis o asma o ambas, a la vez o incluso enfermedades digestivas como la esofagitis eosinofílica.

 

El alergólogo no solo trata la piel, sino que también puede detectar y prevenir otras condiciones relacionadas para evitar que evolucionen con el tiempo.

 

Acudir al alergólogo no solo ayuda a controlar el eccema, sino que permite abordar la enfermedad de manera integral, identificando causas, tratando síntomas y previniendo futuros problemas. Un enfoque personalizado y preventivo puede marcar la diferencia en la evolución de la dermatitis atópica y en la calidad de vida del paciente.

Picaduras de insectos

Alergia a las picaduras de insectos: más miedo qué riesgo real

Es común que muchas personas sientan miedo ante la picadura de un insecto, especialmente de abejas y avispas. Sin embargo, la realidad es que la mayoría de las picaduras solo provocan reacciones locales leves, como enrojecimiento, hinchazón y dolor temporal. Aunque las reacciones alérgicas pueden ocurrir, son mucho menos frecuentes de lo que se suele pensar.

 

Se estima que entre un 2% y un 4% de la población desarrolla una reacción alérgica sistémica tras la picadura de una abeja o avispa, lo que significa que la respuesta inmune afecta a todo el cuerpo y no solo al área de la picadura. El peligro reside en que las reacciones sistémicas pueden ser fatales ( 4-10 muertes anuales en España)

 

 

Las reacciones pueden clasificarse en:

 

Leves o locales: Hinchazón, enrojecimiento y dolor en la zona de la picadura.
Moderadas: Inflamación extensa alrededor de la picadura, que puede durar varios días.
– Sistémicas o graves (anafilaxia): Dificultad para respirar, hinchazón en la cara o garganta, mareos y en casos extremos, shock anafiláctico, que puede ser mortal sin tratamiento inmediato.

 

Aunque las reacciones graves son poco frecuentes, las personas que ya han tenido una reacción alérgica severa deberían acudir a un alergólogo para evaluar la necesidad de llevar adrenalina autoinyectable y considerar inmunoterapia con veneno de insecto, un tratamiento que puede reducir el riesgo de futuras reacciones graves en un 97% de los casos.

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